Las altas temperaturas propias del verano no solo desafían nuestra comodidad, también ponen a prueba nuestra salud, especialmente en las personas mayores.
El envejecimiento saludable no puede detenerse por una ola de calor, y entender cómo cuidarse en esta época del año es clave para una longevidad plena. Desde la nutrición adecuada hasta la gestión emocional del estrés térmico, el verano puede ser un aliado -y no un enemigo- para vivir más y mejor.
Los últimos estudios científicos en gerontología y longevidad apuntan a que el entorno influye de forma decisiva en la calidad de vida con el paso de los años. Y en épocas de calor extremo, el riesgo de deshidratación, golpes de calor o pérdida de masa muscular se incrementa, especialmente en las personas mayores. Pero hay margen de acción: existen estrategias concretas para contrarrestar estos efectos y fomentar una longevidad activa incluso bajo el sol más intenso.
Claves para un verano saludable y longevo
El envejecimiento saludable es una prioridad global, especialmente en un contexto de veranos cada vez más calurosos. Las altas temperaturas afectan directamente la salud metabólica, cardiovascular y cognitiva, pero la ciencia ya propone soluciones concretas para contrarrestarlo:
- Hidratación inteligente. No basta con beber agua. Incorporar alimentos ricos en agua (como frutas de temporada, gazpachos o infusiones frías) y evitar bebidas azucaradas o alcohólicas es vital.
- Actividad física adaptada. Caminar al amanecer o al atardecer, practicar estiramientos suaves o ejercicios acuáticos ayuda a mantenerse en forma sin exponerse al calor excesivo.
- Nutrición antiinflamatoria. La dieta mediterránea, rica en vegetales, pescado azul y aceite de oliva, es un escudo natural contra el envejecimiento y el calor.
- Descanso y regulación térmica. Dormir en ambientes frescos, usar ropa ligera y técnicas de relajación mejora la recuperación celular y el bienestar.

